3.3.12

Crítica de la madurez: Escrito 13: Te quise después.


dicotomía: miopía-hipermetropía

A mí me decían que no era bueno, pero qué sé yo.

En la vida siempre se gana y se pierde. Yo ahora lo veo como uno de los mejores ejemplos.
Podemos preguntarnos en dónde estuvo todo este tiempo y adónde quería ir.
Si queremos podemos seguir hasta aprender porqué precisaba de sus vicios, ¿no le alcanzaba con la onda exterior?
No entiendo muchas cosas.
No sé si él las haya entendido tampoco. Yo sentía su inercia, todo el tiempo.
Y la incercia no me parece buena, de ninguna manera. Porque Newton tenía razón.
Ser inercia significa ser lo que sos hasta que alguien quiera estar ahí para ayudarte a ser una versión remasterizada; o bien joderte hasta el precipicio hasta que alguien te pare.
No paró sin inercia, la necesitó. Pero existió. Y me gusta eso, la comprensión. La certidumbre.

Y ahora nos jodemos todos. Somos parte de su inercia: él sigue adentro y presiona fuerte todavía.
A mí me sigue doliendo cuando inunda mi garganta con su esencia. Con su sapiencia de todo, su capacidad de tener la razón, ese castellano choto, esos balbuceos inteligentes y su mala manera de decir.
Era todo y nada, difiriendo para algunos. Pero aunque no fuera nada, era todo, así que era algo; si no todo, algo.
Y era alguien, porque quería serlo. Era nuestro alguien, que se mete en las que lo necesites y las que no, y que se va cuando no lo necesitás y cuando sí. Era nuestro y tuyo y de mí. Pero ¿era?
Para mí es. ES.
Preguntale al piso del balcón, si no.